viernes, 22 de noviembre de 2013

CAPÍTULO IV






08/10/2006


A veces para animarme intento recordar que vuelvan a mi mente recuerdos positivos, hace algún tiempo, el simple hecho de concentrarme y situarme cuando aun tenía momentos indoloros, me hacía bien, casi conseguía que mi cuerpo descansara de su presión emocional, pero ya no, se me olvidaron, se borraron, ya no recuerdo aquellos meses, horas o días en que respiraba tranquila y sin dolor.

Nos quedamos en la inspección médica, pues les cuento:

Después de mi operación y de todo lo ocurrido en el hospital pensé en que mi situación, a pesar de no estar dada de alta laboralmente, era casi igual de trágica, y decidí solicitar una "pensión no contributiva". Lo hice, recopilé toda la información médica de que disponía y la envié junto con mi solicitud. Yo no aspiraba a mucho, sólo lo suficiente para poder pagar a alguien que me ayudara a mantener la casa lo suficientemente limpia y ordenada, ya que sola no podía.

A los dos o tres meses, recibí una cita para acudir a Cádiz a la inspección médica. La cita era para las 09:30 de la mañana, a las 13:30 todavía estaba allí. Cuando me tocó el turno, pasé a una sala donde una señora tras una mesa y presentándose como psicóloga me ofreció asiento, me preguntó como me encontraba anímicamente, le conteste con toda sinceridad, como debía ser, que muy mal, a veces no tenía fuerzas ni para salir de casa, y después de varias preguntas más me volvió a mandar a la sala de espera. A los 15 o 20 minutos me pasaron a otra consulta, esta vez era un doctor en medicina interna (creo) quien se identificó tras la mesa, tomé asiento antes de que lo dijera, ya no podía soportarlo más, habían sido casi cinco horas sentada en una sala con muchas otras personas y tenía la cadera agotada de estar en la misma postura tanto tiempo, pero así y todo cuando entré en esa habitación estaba deseando volver a sentarme. Preguntó que me ocurría y me hice la distraída para a su vez preguntarle yo si había recibido mis informes, me contestó que sí, pero no los iba a leer todos así que le contara, comencé a explicarle que me encontraba mal, todo mi cuerpo era un puro dolor que me impedía hacer bien cosas que aparentemente eran nimias, pero necesarias como el aseo personal o hacer una cama e incluso permanecer de pie para la ducha y además el agotamiento sólo me dejaba levantarme del sofá para volver a sentarme. A parte le relaté muchísimos síntomas más. Juro que ocurrió tal y como les cuento, me dijo que de acuerdo y que pasara donde la Trabajadora Social, así sin un mínimo reconocimiento, ni exploración de ningún tipo. Entré donde la Trabajadora Social, que me preguntó por mi situación económica, en aquel momento mi marido se encontraba en situación de paro laboral y así se lo conté.

Al mes me comunicaron por carta que me concedían un ¡¡¡20%!!! de minusvalía y por consiguiente no tenía derecho a ninguna prestación. Por supuesto recurrí alegando que no había sido explorada por el doctor y que solicitaba que dicho examen fuera llevado a cabo. Me contestaron de nuevo diciendo que tenía que volver a enviar toda la documentación. Lo hice y ya no volvieron a contestarme, "silencio administrativo" creo que le llaman, además no podía volver a intentarlo hasta pasado dos años.

¿Creen que me merece la pena volver a solicitarlo? No sé tendré que pensarlo.

En el próximo capítulo os contaré como fui victima de una negligencia médica, que me provocó una serie de cambios en mis sentimientos que albergan ahora mi alma.

CONTINUARÁ...
(Imagen descargada de Internet)










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