sábado, 14 de diciembre de 2013

CAPÍTULO XXXVIII






28/11/2013                             (Dedicado a una buena amiga)


Querida María, nunca se está preparado para asumir una enfermedad crónica. El simple hecho de imaginarnos así para toda la vida, ya cuesta, más si le añades que a medida que vayas cumpliendo años se sumarán los achaques propios de la edad.


La primera vez que me trató un psicólogo, me dijo: “si no hubieras escrito y hablado de todo lo que has pasado en estos años, tendrías una depresión casi irreversible”. Y me lo he tenido que creer porque gracias al desahogo que me produjo iniciar el blog, las charlas en terapia de grupo, e individualmente con el psicólogo (luego cambiamos a una psicóloga maravillosa), pude replantearme de nuevo mi vida, pero esta vez no con la fibro como un obstáculo, sino como un añadido con el que debía convivir.


Para mí eres como una sobrina a la que ves poco, casi te he visto crecer, ver como van pasando los años, y de niña has pasado a mujer y madre. Cada vez que oigo que a una mujer joven le diagnostican fibromialgia, se me cae el alma, pienso en mis hijas y lo que supondría de dolor físico para ellas y emocional para mi, que ya sé por lo que se pasa. Pero después pienso que les enseñaría a sobrevivir con ello al igual que me enseñaron a mi. Lo primordial es buscar la compañía y el diálogo de personas en tu misma situación, son las únicas que te van a comprender, valga una asociación en tu zona; luego, asistencia psicológica (no digo psiquiátrica, eh?) por personal preparado o cualificado en el tratamiento de personas con fibro, y por último y lo más difícil aunque no lo creas, replantearte tu forma y modo de vida al mismo tiempo que tus prioridades.


De vuelta a los consejos que nos daba el psicólogo: “ si te encuentras por casualidad con un día de menos dolor, no lo malgastes haciendo cosas que te lo puedan provocar más tarde (hacer limpieza, lavar, etc), dedícate a hacer aquello que te guste, pasear, leer, jugar con tus hijos, descansar tumbada (pero esta vez no por causa del dolor), así cuando vuelva tendrás más fuerza para sobrellevarlo”.

No voy a negar que a veces el dolor que siento es tan insoportable que me hundo, pero me acuerdo de las palabras de aquellos que me ayudaron y me tomo un par de analgésicos, me siento a leer o a escribir, y espero a poder seguir, y a pasar de los que por norma y por interés no quieren creer lo que estoy pasando.

Ánimo María, tú puedes, pero aunque creas que no estás preparada para hablar de ello, eso precisamente es lo que te va ayudar; es como cuando el médico nos manda una prueba diagnóstica que nos es desagradable o nos provoca temor, al final te das cuenta que tienes que hacerlo porque de ella depende tu curación.
Un beso enorme, y descuida que siempre estaré para lo que me necesites.
CONTINUARÁ...
(Imágenes descargadas de Internet)

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