15/01/2007
¡Ya
pasaron las Navidades!, tiempo de alegría, esperanza y
generosidad.....o por lo menos así debería ser, sin embargo sales a
la calle, observas a la gente o ves la televisión y nada de eso es
así. Existen los casos particulares, pero se ve demasiado egoísmo,
banalidad y tristeza.
He
tardado en incluir el décimo capítulo de mi blog, porque dudaba si
debía (por ser Navidad) relacionarlo con la Fibromialgia (fin para
el que se creó), motivo más que suficiente para entristecer la
ocasión, y no he sabido decidirme, así que no sé como terminará
este capítulo.
¡Qué
distintas son las Navidades de ahora a las de entonces! Cuando yo era
pequeña nos faltaban manos para contar los familiares que se reunían
esos días, pero lo bonito era, que a pesar de que esas reuniones las
hacíamos muchas veces a lo largo del año, siempre nos embargaba la
misma emoción que si no nos hubiéramos visto en todo el año. Claro
que también ha cambiado la familia. Ahora son menos los miembros que
la forman, ya no son tan íntimas las relaciones entre miembros menos
directos: primos, tíos, cuñados, e incluso el aumento del
consumismo han deteriorado el verdadero espíritu de la Navidad.
Antes
hubiera sido impensable que después de la cena de Nochebuena, los
jóvenes salieran a divertirse a los bares, pubs o discotecas, no
tenía nada que ver la moral, simplemente es que esa noche pertenecía
a la familia. La preparación de la cena de Nochebuena implicaba a
todos por igual, cada cual hacía lo que mejor se le daba, cocinar el
pavo, hacer los roscos o los pestiños, montar el Belén o hacer
estrellas con papel de plata. En Nochevieja si salían los jóvenes y
mayores después de la cena y las uvas, a tomar copas y a bailar,
porque era un día como más de fiesta, menos íntimo.
Ahora
en estos tiempos, te llevas una semana haciendo compras, terminas
muerta, preparas durante todo el día la cena, se sientan todos a la
mesa y cuando terminan el postre, cada uno coge un camino y te das
cuenta que te has quedado sola, sentada en el sofá viendo la
chorradita de programa de turno en televisión, y la mesa y la cocina
como si hubieran tocado zafarrancho de combate. Y eso el día de
Nochebuena, no digamos el de Nochevieja.
¡Qué
pena, con la ilusión que me ha hecho siempre celebrar estas
fiestas!, echo de menos quedarnos hasta las tantas de la madrugada,
al calor del brasero, jugando al parchís o de tertulia, contando
chistes y un sin fin de cosas más que se pueden hacer durante para
pasarlo bien compartiendo con la familia.
Pero
en fin, todo se acaba, y las fiestas de Navidad también. Únicamente
es de destacar y que me ha dejado un recuerdo maravilloso para toda
la vida, la carita de mi nieta el día 6 de Enero (Reyes) al ver los
regalos junto a sus zapatitos.
CONTINUARÁ...
(Imagen descargada de Internet)
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