A veces para animarme intento recordar que vuelvan a mi mente recuerdos positivos, hace algún tiempo, el simple hecho de concentrarme y situarme cuando aun tenía momentos indoloros, me hacía bien, casi conseguía que mi cuerpo descansara de su presión emocional, pero ya no, se me olvidaron, se borraron, ya no recuerdo aquellos meses, horas o días en que respiraba tranquila y sin dolor.
Nos
quedamos en la inspección médica, pues les cuento:
Después
de mi operación y de todo lo ocurrido en el hospital pensé en que
mi situación, a pesar de no estar dada de alta laboralmente, era
casi igual de trágica, y decidí solicitar una "pensión no
contributiva". Lo hice, recopilé toda la información médica
de que disponía y la envié junto con mi solicitud. Yo no aspiraba a
mucho, sólo lo suficiente para poder pagar a alguien que me ayudara
a mantener la casa lo suficientemente limpia y ordenada, ya que sola
no podía.
A
los dos o tres meses, recibí una cita para acudir a Cádiz a la
inspección médica. La cita era para las 09:30 de la mañana, a las
13:30 todavía estaba allí. Cuando me tocó el turno, pasé a una
sala donde una señora tras una mesa y presentándose como psicóloga
me ofreció asiento, me preguntó como me encontraba anímicamente,
le conteste con toda sinceridad, como debía ser, que muy mal, a
veces no tenía fuerzas ni para salir de casa, y después de varias
preguntas más me volvió a mandar a la sala de espera. A los 15 o 20
minutos me pasaron a otra consulta, esta vez era un doctor en
medicina interna (creo) quien se identificó tras la mesa, tomé
asiento antes de que lo dijera, ya no podía soportarlo más,
habían sido casi cinco horas sentada en una sala con muchas otras
personas y tenía la cadera agotada de estar en la misma postura
tanto tiempo, pero así y todo cuando entré en esa habitación
estaba deseando volver a sentarme. Preguntó que me ocurría y me
hice la distraída para a su vez preguntarle yo si había recibido
mis informes, me contestó que sí, pero no los iba a leer todos así
que le contara, comencé a explicarle que me encontraba mal, todo mi
cuerpo era un puro dolor que me impedía hacer bien cosas que
aparentemente eran nimias, pero necesarias como el aseo personal o
hacer una cama e incluso permanecer de pie para la ducha y además el
agotamiento sólo me dejaba levantarme del sofá para volver a
sentarme. A parte le relaté muchísimos síntomas más. Juro que
ocurrió tal y como les cuento, me dijo que de acuerdo y que pasara
donde la Trabajadora Social, así sin un mínimo reconocimiento, ni
exploración de ningún tipo. Entré donde la Trabajadora Social, que
me preguntó por mi situación económica, en aquel momento mi marido
se encontraba en situación de paro laboral y así se lo conté.
Al
mes me comunicaron por carta que me concedían un ¡¡¡20%!!! de
minusvalía y por consiguiente no tenía derecho a ninguna
prestación. Por supuesto recurrí alegando que no había sido
explorada por el doctor y que solicitaba que dicho examen fuera
llevado a cabo. Me contestaron de nuevo diciendo que tenía que
volver a enviar toda la documentación. Lo hice y ya no volvieron a
contestarme, "silencio administrativo" creo que le llaman,
además no podía volver a intentarlo hasta pasado dos años.
¿Creen
que me merece la pena volver a solicitarlo? No sé tendré que
pensarlo.
En
el próximo capítulo os contaré como fui victima de una negligencia
médica, que me provocó una serie de cambios en mis sentimientos que
albergan ahora mi alma.
CONTINUARÁ...
(Imagen descargada de Internet)
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