martes, 2 de mayo de 2017

CAPÍTULO XVII






(19-04-2017)

“URGENCIAS ¿SÍ O NO?”



Tal y como nos atienden en el centro de salud o en urgencias cuando tenemos mucho dolor, es deprimente.
La primera vez que estuve en urgencias después de ser diagnosticada, fue por un dolor fortísimo en el abdomen. Yo no sabía todavía que padecía de cólon irritable, y era la primera vez que ese dolor aparecía, por lo tanto no sabía a qué era debido.
Era tal el sufrimiento que salí de casa encorvada, y salieron de urgencias a buscarme con silla de ruedas porque me era imposible andar. Después de hora y media en la sala de espera, aguantando las ganas de gritar, con un dolor de cabeza horroroso por las conversaciones múltiples a mi alrededor, salió mi número en la pantalla y una enfermera vino en mi busca porque seguía sin poder ponerme derecha para llevarme a la consulta del médico de turno. Tumbada en la camilla, le expliqué lo que me ocurría, pero sin hacer en ningún momento alusión a la fibromialgia. Me hicieron varias pruebas, análisis, radiografía y ecografía, la enfermera me llevó de vuelta a la sala de espera con una vía en la mano, por si tuvieran que inyectarme algo más tarde. Una hora más en la sala con el mismo calvario de dolor y salió de nuevo mi número en la pantalla. El médico me dijo que habían observado tres masas, como tres globos en el colon, bajo la zona del pecho; creía que podían ser gases o espasmos intestinales. Cuando oí lo del colon y los espasmos, lo asocié todo y le pregunté al doctor si tendría algo que ver con que padecía de fibromialgia y contestó que esa podría ser la causa y tras unas cuantas preguntas sacó la conclusión de que padecía del Síndrome de Colon Irritable.
También me preguntó que ¿por qué no le había dicho lo de la fibromialgia desde el principio?, le respondí: “Si se lo llego a decir al principio, me hubieran hecho ustedes todas las pruebas?” me contestó: “no, porque hubiera sacado la conclusión más lógica”, a lo que contesté: “por eso no se lo dije, ¿y si hubiera sido algo más grave y lo dejan pasar como algo inherente a la fibromialgia, qué hubiera ocurrido?, perdone doctor, pero prefiero omitir este dato, a que me manden para casa con un diagnóstico equivocado y que el siguiente paso hubiese sido irreversible”. El médico se quedó callado, hizo el informe, me dio unas pautas a seguir y me fui.
A veces nosotras somos nuestras mejores diagnosticadoras (perdonad los del género masculino que me estén leyendo, pero nadie se aclara todavía en cómo actuar gramaticalmente en estos casos, quiero que sepáis que también hablo por vosotros), no quiero decir que no acudamos al médico cuando tengamos un problema, ¡cuidado!, lo que quiero decir es que la mayoría de las veces sabemos si es un dolor rutinario o es un síntoma nuevo. En éste último caso no hay que dudar en acudir según el grado de dolor, al médico de cabecera o a urgencias. Y que si le decís (cómo en realidad debe ser) al profesional de guardia que padecéis fibromialgia y lo que os aqueja es un síntoma desconocido, o que el dolor se sale de madre , exijáis pruebas para que os hagan un diagnóstico en firme; si termina siendo un síntoma añadido a la FM, mejor, pero ¿y si no?
Debemos salir del médico con la confianza y la seguridad de que hemos sido bien atendidos.


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