28/11/2013 (Dedicado a una buena amiga)
Querida
María, nunca se está preparado para asumir una enfermedad crónica.
El simple hecho de imaginarnos así para toda la vida, ya cuesta, más
si le añades que a medida que vayas cumpliendo años se sumarán los
achaques propios de la edad.
La
primera vez que me trató un psicólogo, me dijo: “si no hubieras
escrito y hablado de todo lo que has pasado en estos años, tendrías
una depresión casi irreversible”. Y me lo he tenido que creer
porque gracias al desahogo que me produjo iniciar el blog, las
charlas en terapia de grupo, e individualmente con el psicólogo
(luego cambiamos a una psicóloga maravillosa), pude replantearme de
nuevo mi vida, pero esta vez no con la fibro como un obstáculo, sino
como un añadido con el que debía convivir.
Para
mí eres como una sobrina a la que ves poco, casi te he visto crecer,
ver como van pasando los años, y de niña has pasado a mujer y
madre. Cada vez que oigo que a una mujer joven le diagnostican
fibromialgia, se me cae el alma, pienso en mis hijas y lo que
supondría de dolor físico para ellas y emocional para mi, que ya sé
por lo que se pasa. Pero después pienso que les enseñaría a
sobrevivir con ello al igual que me enseñaron a mi. Lo primordial es
buscar la compañía y el diálogo de personas en tu misma situación,
son las únicas que te van a comprender, valga una asociación en tu
zona; luego, asistencia psicológica (no digo psiquiátrica, eh?) por
personal preparado o cualificado en el tratamiento de personas con
fibro, y por último y lo más difícil aunque no lo creas,
replantearte tu forma y modo de vida al mismo tiempo que tus
prioridades.
De
vuelta a los consejos que nos daba el psicólogo: “ si te
encuentras por casualidad con un día de menos dolor, no lo malgastes
haciendo cosas que te lo puedan provocar más tarde (hacer limpieza,
lavar, etc), dedícate a hacer aquello que te guste, pasear, leer,
jugar con tus hijos, descansar tumbada (pero esta vez no por causa
del dolor), así cuando vuelva tendrás más fuerza para
sobrellevarlo”.
No
voy a negar que a veces el dolor que siento es tan insoportable que
me hundo, pero me acuerdo de las palabras de aquellos que me ayudaron
y me tomo un par de analgésicos, me siento a leer o a escribir, y
espero a poder seguir, y a pasar de los que por norma y por interés
no quieren creer lo que estoy pasando.
Ánimo
María, tú puedes, pero aunque creas que no estás preparada para
hablar de ello, eso precisamente es lo que te va ayudar; es como
cuando el médico nos manda una prueba diagnóstica que nos es
desagradable o nos provoca temor, al final te das cuenta que tienes
que hacerlo porque de ella depende tu curación.
Un beso enorme, y descuida que
siempre estaré para lo que me necesites.
CONTINUARÁ...
(Imágenes descargadas de Internet)
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