30/03/2017
Desde la última vez que os escribí, el cambio físico
en mi cuerpo ha sido notable. He aumentado de peso y no consigo perder. Quizás
sea porque mi tiroides está bastante desajustado –la doctora ha tenido que
aumentar la dosis del tratamiento- quizás porque desde el verano pasado he
salido poco, primero por el calor- que si para una persona sana era excesivo,
imaginaros para mí-, luego por el frío, porque llovía, por el dolor de los
talones y la cintura a la altura de las lumbares, en fin, siempre tengo una
excusa. Pero lo más importante eran las náuseas y vómitos que aparecían cada
vez que entraba en lugares con aglomeración de gente, con olores químicos, la
calefacción, se volvía muy angustioso para mí. Por eso como lo paso tan mal,
prefiero no salir. No es agorafobia, de eso estoy segura, porque no tengo
problemas para ir a casa de mis hijas u otros lugares donde vaya a permanecer
poco tiempo. También creo que los medicamentos tienen algo que ver.
En un par de meses dos de mis nietos hacen la 1ª
comunión y me gustaría perder peso porque a pesar de seguir con la dieta que me
fue tan bien, he dejado de perder e incluso he ganado algunos kilos. No quiero
poner excusas, pero el tiroides se me ha disparado por lo que la doctora me ha
tenido que subir la medicación, y es cierto también que en los últimos meses
apenas he salido de casa. Cuando intento ir andando, la fascitis plantar hace
que tras diez minutos, no más, me duelan muchísimos los talones; si cojo el
coche para ir al híper, en un principio llego bien, pero al rato entro en un
estado de calor insoportable, a la vez que náuseas, y más de una vez he tenido
que dejar la compra e irme a la calle. Sólo me entran ganas de volver a casa así
que me monto en el coche y pongo el aire acondicionado –aunque sea pleno
invierno-, pero ni así mejoro, el olor a combustible o a petróleo del plástico
del interior convierten las náuseas en ganas de vomitar, llego a casa, subo los
dos pisos, abro la puerta y voy directa al baño, pero lo peor es que no consigo
vomitar, me voy al sofá, tomo algo para las náuseas y hasta las tres o cuatro
horas no me pongo mejor.
Por la mañana no quiero salir, estoy agotada y no
quiero pasar por lo mismo otra vez.
En resumen, entre el problema de tiroides, de la
fascitis y de la fatiga crónica, me he vuelto más inactiva. Y sé que debo
cambiar, por mí sobre todo.
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