viernes, 22 de noviembre de 2013

CAPÍTULO VII










24/10/2006


Entre todo lo pasado ocurrió algo bueno.... a los veinte días de salir del hospital tuvo mi hija mi primer y único nieto por ahora: una niña. Parece mentira pero es verdad el refrán que dice: "Dios aprieta pero no ahoga". Vino cuando más la necesitaba, para expandir un poco mi dolor y que lo notase menos en su presencia. Por un lado me entristecía pensar que por culpa de lo ocurrido no podría dedicarme más a ella como hubiera deseado, pero por otro, daba las gracias porque era mi "isla", allí desembarcaba cuando mi bote zozobraba, miraba su carita, su sonrisa y me derretía.
No sé como explicarlo pero todo esto me provocaba todavía más impotencia. Sentir esa clase de amor y no poder expresarlo en toda su dimensión por las limitaciones físicas que tenía, a veces era frustrante. Al principio cuando era sólo un bebé me sentaba en el sofá y la cogía un rato en brazos, le daba el biberón o un corto paseo, después conseguí que cuando venía a casa se sentara junto a mí mientras le leía cuentos o jugábamos a los puzzles. Ahora tiene tres años y me siento más inútil que nunca con respecto a ella, es una niña inquieta, y como cualquier niño de su edad reclama atención constantemente, y yo me veo incapaz de acceder a todo lo que ella me solicita, y no por falta de ganas.
Me gustaría explicar un poco a las futuras abuelitas que es un sentimiento nuevo, desconocido, no tiene nada que ver con el amor hacia los hijos, nada en absoluto, ni más ni menos, distinto. A una abuelita lo único que le falta para que ese nieto sea como un hijo es la gestación y el parto, o por lo menos así es para mí. Si están enfermos sufres, incluso más porque en este caso ya tiene a sus padres, y te sientes impotentes porque quisieras estar allí tú para verle, tocarle, calmarle, pero claro está confías en sus padres y porque tu papel de madre sobra cuando están ellos, como debe ser. Si están alegres, te alegras más todavía porque observas también la satisfacción en sus padres. Todo esto crea unos sentimientos que te hacen pensar constantemente en esos pequeñajos. A mi me parece como una bendición del cielo dentro de lo que tengo que soportar con mi enfermedad.

Otra cosa buena dentro de este calvario es que al fin he podido realizar un sueño que tenía desde siempre: escribir, y que no he podido llevar a cabo nunca antes por falta de tiempo y desgana. Porque antes de conocer la enfermedad tenía desgana por todo, incluso por las cosas que más deseaba, me costaba trabajo ponerme a hacerlas. Ahora que ya sé lo que tengo, sigo igual de mal, pero por lo menos conocer al enemigo te obliga a buscar las armas para combatirlo en la medida de lo posible, y ésta es una de mis armas, escribir sobre ello, y al mismo tiempo que consigo arrancar el desconsuelo, la tristeza o la impotencia y que salga por la pluma para clavarla en un papel, realizo este bonito sueño.
El tiempo es mi aliado en este momento. Tiempo para cerrar los ojos, relajarme e intentar inútilmente que se vayan las migrañas. Tiempo para disfrutar en lo posible de mi nieta. Tiempo para forzar mis piernas a pasear. Tiempo para leer, escribir, volver a leer y volver a escribir. Tiempo para charlar con mis amigos de Internet, aunque las manos y los dedos quieran que pare de moverlos y la espalda reclame otra posición. Tiempo para ayudar a los demás en la Asociación. Y tiempo para esperar siempre al DOLOR.

CONTINUARÁ...
(Imagen descargada de Internet)

No hay comentarios:

Publicar un comentario